
Muchos padres escuchan a sus hijos decir frases como “odio las matemáticas”, “soy malo para esto” o “nunca voy a entenderlas”. Automáticamente pensamos que se trata de flojera, falta de interés o simplemente de que “no se le dan los números”.
La realidad es muy distinta: detrás de esa frase suele haber ansiedad, frustración y baja autoestima académica. Y cuando no se atiende, el rechazo a las matemáticas puede escalar a problemas más grandes: miedo a los exámenes, bloqueo al estudiar y hasta desmotivación en otras materias.
El mito del “nació malo para las mates”
Nadie nace odiando las matemáticas. Ese rechazo es aprendido, muchas veces a partir de experiencias negativas:
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Una mala calificación que dejó una marca.
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Un profesor que explicó de forma muy rígida.
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Comparaciones con otros compañeros o hermanos.
El problema no es la capacidad, sino la emoción que quedó asociada a la materia.
Las emociones detrás del odio a las matemáticas
Cuando un estudiante dice “odio las mates”, en realidad suele sentir:
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Ansiedad: miedo a equivocarse o a reprobar.
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Frustración: después de horas de estudio sin resultados.
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Baja autoestima académica: creer que nunca podrá lograrlo.
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Desmotivación: al sentir que “ya nada tiene caso”.
Y aquí está la clave: mientras más emociones negativas se acumulen, más se bloquea la mente al aprender.
Cómo transformar el rechazo en confianza
La buena noticia es que el rechazo a las matemáticas no es definitivo. Con el acompañamiento correcto, los estudiantes pueden cambiar la forma en que se relacionan con esta materia.
En nuestra experiencia, hay 3 pasos clave:
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Escuchar y validar emociones – reconocer que su miedo o frustración son reales.
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Aplicar estrategias de aprendizaje personalizadas – cada alumno tiene un estilo diferente (visual, práctico, paso a paso).
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Fomentar resiliencia y autoeficacia – celebrar avances pequeños para que el estudiante vea que sí puede.
Lo que un padre puede hacer desde casa
Tú puedes empezar a cambiar esa relación con pequeños gestos:
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Evita frases como “a mí tampoco se me daban las mates”.
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Refuerza el esfuerzo, no solo la calificación.
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Ayúdalo a dividir la tarea en pasos pequeños.
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Busca apoyo profesional si notas que la ansiedad o el rechazo aumentan.
El odio a las matemáticas no es un problema de inteligencia, sino de acompañamiento.
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